Aquel sueño. Aquella esperanza. Aquel sentimiento. Aquella meta. Todos perfectos, todos inalcanzables.

viernes, 2 de abril de 2010

Una transformación diferente de Lucy (2º)

Y ahora nos centramos en el presente . Arthur y Lucy se hallan sentados uno frente a otro. El primero mira fijamente a la segunda, no aparta la mirada de su sensual cuerpo. Mientras, la segunda esconde su bello rostro en el cuerpo de su bebé.
-Bueno... ¿me lo vas a contar ya? - dice de pronto Arthur más impaciente que nunca.
Ante esa nota de impaciencia demostrada, Lucy comienza a temblar hasta tal punto en que se ve obligada a devolver a Joseph al canasto.
-Emm... si... - dice Lucy en un intento de calmarse. Aprieta las manos hasta convertirlas en puños. Al ver como tiembla su esposa, Arthur se levanta.
-Voy a abrir las cortinas para que entre calor – justo cuando éste tiene ya una mano en la gruesa cortina de terciopelo, Luscy se levanta sobresaltada.
-¡No!, dejalo, no es nada, sientese si quiere escuchar... - le dice la mujer a modo de orden. Automáticamente, Arthur toma asiento en el lugar que acaba de abandonar.
-Bien, ¿está seguro de querer saber toda la verdad? - le pregunta Lucy, aún no muy segura de lo que iba a hacer.
-Estoy absolutamente seguro – Lucy se frota las manos.
-Está bien, comencemos... - la muchacha mira hacia delante. Al principio, Arthur cree que le mira a él, pero más tarde comprende que su vista y sus pensamientos están mucho más lejos. Están en el pasado.

-Bueno, recuerdo muy bien ese día – Arthur la mira desconcertado, ella no se da cuenta – Fue exactamente el 8 de noviembre de 1900. Y era de noche. Yo había salido a comprar unos encajes de vestidos que necesitaba, mientras usted se quedaba aquí, en casa, cuidando de Joseph como el buen padre que es.
>> Al salir del local comenzó a diluviar como nunca antes habia diluviado en Londres. Me envolví en mi chal y, - calada hasta los huesos – avancé por las oscuras y silenciosas calles de nuestra amada ciudad, cuando escuché una voz. No era la voz como la que puede ser la de un mendigo. No, aquella voz era distinta. Sensual, me iba acercando a ella, era como un imán para mi. Entonces fue cuando supe de quien provenia aquella voz. De un hombre alto y larguirucho, pero a decir verdad, muy atractivo. Era Drácula, ¿lo recuerda?
Claro, quien podría olvidarlo – dice sin siquiera dejar responder a Arthur – Inconscientemente me acerqué a él. Era tan... tan... bueno, tan así. Recuerdo que me rodeó con los brazos mi cintura, y yo ni siquiera se lo impedí, ¿se imagina? Yo, que cuando me tocan el brazo pongo el grito en el cielo. El caso es que comenzó a susurrarme algo al oído, algo como que me estaba rodeando porque estaba helada. Y era cierto, bajo aquella lluvia era difícil no estarlo. Su cuerpo era mil veces más frío, pero no por eso me aparté. Él me beso dulcemente en los labios, una, dos, hasta tres veces. Era como si estuviera prisionera de un hechizo, uno del que no podia escapar por mucho por el que lo intentase. Sabía que no debia hacerlo, pero inexplicablemente, continuaba devolviendole cada uno de los besos que el depositaba en mis labios.
Arthur, no muy seguro de querer continuar escuchando como su mujer le engañaba con otro hombre al que ni siquiera conocía, se levanta de su asiento titubeante. Ahora, Lucy sí se percata de ello.
-Arthur, no por favor, ahora soy yo la que quiere que continue escuchando – le dice Lucy con una triste mirada. Arthur asiente levemente, pero no se sienta. Lucy lo toma como un permiso para continuar.
-Sentía como con cada beso, mi alma se iba quebrando, no como si me la extrajeran, no, sino porque sabia que usted jamás me perdonaria. El misterioso hombre que tenía pegado a mí me miró directamente a los ojos, y fue cuando supe que esa mirada no podia ser humana. Todo ese odio, ese rencor, no podian pertenecer a un humano. Intenté huir, pero él era mucho más veloz que yo. Me agarró con fuerza de ambas muñecas y aparto mi cabello de mi esbelto cuello.

Un escalofrio recorrió entonces mi cuerpo. El ser que tenía a mi lado abrió su sensual boca y mostró unos inmensos caninos que hicieron que mi cuerpo se convulsionara de manera frenética. Pocos segundos después, lo único que sentí fue el intenso y punzante dolor que se extendía por todo mi cuerpo. A continuación, contemplé una ensangrentada boca ocupando todo mi campo de visión. Lo peor era, que la sangre que había en aquella boca era... era... mi sangre. Continué con mis vanos intentos de huir, pero él era mucho más fuerte que yo y me sostuvo. Era como el ratón que intenta escapar de la boca de un gato, sabe que no lo logrará, pero aún así lo intenta.

El mordisco se repitió, esta vez, doblemente. Por cada vez que clavaba sus colmillos en mis venas, sentía como la sangre abandonada mi cuerpo, como mi cuerpo se iba vaciando poco a poco, debilitandome, pero a la vez, llenandome de fuerza aunque no de vitalidad. Y lo único que recuerdo después fue despertarme en el bosque, a pocas millas de aquí, con el cuerpo desnudo y ensangrentado. Vague medio muerta hasta aquí. A pesar de que claramente estaba debilitada, sentía como una nueva energía recorría mis venas.
Desde entonces, no he comido, no he salido a la luz del Sol, y no he dormido en una cama normal, porque Arthur, soy... soy un vampiro...

FIN

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