Aquel sueño. Aquella esperanza. Aquel sentimiento. Aquella meta. Todos perfectos, todos inalcanzables.

jueves, 8 de abril de 2010

Montidia Pineda - Falsas Amistades


13 -06 - 08
Querido Diario:
¡Lo siento! Pero es que cuando fui a contarte como había acabado mi encuentro con Lucifer.
Bueno, el caso es que ahora sí lo recuerdo, y estoy dispuesta a continuar desvelándote mi pasado.
Recuerdo que tras hacerme tal petición, Lucifer me dio 24 horas para pensármelo, ya que comprendía que necesitaba un poco de tiempo. ¡Qué majo! ¿A qué si?
El caso es que yo necesitaba tomar un poco de aire fresco, aclarar mis ideas, que en ese momento, estaban hechas un lío.
Para mi gran sorpresa, vislumbré a una muchacha de rubios cabellos desde el lugar en el que me hallaba.
No sabía si acercarme a la muchacha o huir; la verdad es que allí no podía confiar en nadie, ya que me encontraba en lo que se podía llamar “el infierno”. Decidí caminar hacia la chica y, a medida que me iba acercando, pude ver sus facciones infantiles. Tenía una pequeña nariz, sus ojos eran azules como el mar y su sonrisa, bueno, ya hubiese querido yo ser la mitad de guapa que ella,...En fin, me fui acercando más y más. A mis oídos llegaba un susurro, una canción ''...al pasar la barca le dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero...'' Me pareció extraño, ya que aunque aparentaba unos quince años, su mirada, a pesar de sus preciosos ojos, se mantenía distante, sin mirar a ningún lugar en particular. Me decidí saludarla:
-Hola, le dije.
La chica seguía distante, como en otro mundo. Cuando me disponía a darme la vuelta y marcharme después de unos minutos de espera, la chica reaccionó:
-Hola, me llamo Willhemina Rosalie Annelise Barton, pero puedes llamarme Mina.
Lo que más me impactó de su apariencia fue que, sobre su cabeza y sus rizos dorados, se encontraba una corona, pero no de esas de plástico, no, ésta llevaba piedras preciosas. También llevaba unas peculiares zapatillas de conejos; a pesar de que ella era muy hermosa, sus atuendos estaban totalmente desgarrados y remendados con parches. Tras observarla más de cerca, distinguí una cicatriz en su mejilla izquierda. Continuó hablando:
-Soy la reina de este mundo, ¿ves mi corona?, ¿a que es preciosa?
Señaló su corona y me miró con una sonrisa de niña pequeña. Ya no tenía la mirada tan perdida, aunque estaba rara. Después de un rato hablando, me dijo que nos encontrábamos en el Laberinto de las Sombras, que es donde permaneces eternamente si no respondes al pacto, como le ocurrió a ella.

También me contó cómo había muerto. No es que yo le hubiese hecho una pregunta como esa, pero fue como si me hubiese leído el pensamiento; me lo contó. Todo había sucedido en una lluviosa noche. Estaba en un coche, y con ella, su padre y su madre. Ambos discutían, y ella, carente de toda idea sobre la importancia de llevar el cinturón, no se lo había puesto. El caso es que, por unas cosas u otras, su padre apartó la vista de su tarea, que era mirar a la carretera, y el coche derrapó hasta estrellarse contra un grueso árbol. Después de todo aquello, Mina tan sólo era capaz de recordar el momento en el que despertó en una gran sala blanca, como en la que me había despertado yo.
Mi nueva amiga Mina, que así era como le gustaba que la llamaran, y yo tuvimos una excelente idea; pediríamos a Lucifer si podría devolvernos a las dos a la vida.
Ambas caminamos de la mano por el amplio sendero que se extendía ante nosotras. Era terrorífico. En ambos lados del sendero, siempre había algo que nos intimidaba. Ojos rojos que ten seguían con la mirada, gritos desgarradores que te helaban la sangre. Tragué saliva. Al entrar de nuevo a la amplia sala blanca, nos encontramos con que todo había cambiado. En el centro, antes vacío, se veía ahora un gran trono negro, tan negro como el alma de la criatura que estaba sentada en él: el mismísimo diablo.
Avanzamos despacio, muy despacio, temiendo que con cada paso, aumentásemos el odio que ya albergaba en su interior por naturaleza.
Una vez frente a aquella aterradora figura, me incliné cuidadosamente, e insté a Mina a que me imitase.
-Lucifer... - dije con apenas un susurro inaudible. -Querríamos hablar con usted – dije.
Un temblor me recorría el cuerpo, mientras un fuerte frío lo azotaba a la vez.
-Bien...dime Montidia, ¿has pensado en mi oferta? - preguntó de manera impaciente. Excelente, había llegado la hora, pensé de una manera sarcástica.
-Verá, Willhelmina y yo, habíamos pensado... - la voz se me cortó. ¿Qué me pasaba
-¡Acaba la maldita frase, niña estúpida! -
Mis manos comenzaron a temblar como nunca antes lo habían hecho. ¿Acaso Lucifer cambiaba tan rápidamente de opinión?
-Habíamos pensado que tal vez pudiese devolvernos a ambas a la vida – dije con decisión.
Por un momento sentí que la fuerza había regresado a mí. Mi fuente de energía volvía a rebosar.Me levanté para luego mirarle directamente a los ojos.
-A Mina y a mí – le aclaré al ver la confusión en sus ojos.
-Entiendo, entiendo,... – respondió rascándose la barbilla.
-Podría ser..., con una condición. - le miré impaciente.
-¿Cuál es? - pregunté.
-Quiero a Frantzesco a cambio de Willhemina – dijo Lucifer con voz fría.
-Aceptamos – dijo una voz que ,para mi sorpresa, no era la mía. La voz era de Willhemina...

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