Aquel sueño. Aquella esperanza. Aquel sentimiento. Aquella meta. Todos perfectos, todos inalcanzables.

jueves, 25 de marzo de 2010

El comienzo del nada - El Diario de Montidia Pineda


4 - 5 - 2008
Hola querido diario, te comienzo a escribir porque he comenzado a recordar cosas, a decir verdad, solo una. La noche en que morí. Era 3 de mayo de 2001.
Recuerdo que la noche estaba oscura. Yo, sola en la más inmensa oscuridad, decidí encender una vela para mirar el reloj que había en mi mesilla, las 12:30 a.m. No había dormido nada y había tenido, en menos de una noche, más de cinco espantosos sueños. Mi record, supuse. Entonces me puse en pie, me calcé las zapatillas y me puse un jersey de lana que me había regalado mi madre años atrás. Nunca me lo ponía, porque era rosa y bastante vergonzoso. Unicamente me lo puse el día de mi cumpleaños, porque sabía que a la mujer que me lo regaló le haría ilusión. Y ahora me encontraba allí, sola en mitad de la noche, en la puerta de mi casa, dispuesta a despejarme la mente un rato, quien diría que volvería a ponerme el jersey...
-Oh, vaya... - susurré. Me había olvidado a Frantzesco en la habitación, si me iba sin él jamás me lo perdonaría. Comencé a subir las escaleras, pensando en lo que diría la gente al ver a una chica de trece años como yo, con un conejo de peluche como Frantzesco. Sacudí la cabeza, y una vez con el conejo en la mano, dejé la casa y me adentré en el tenebroso bosque.
¡Oh! Lo siento, aún no me he presentado. Me llamo Montidia Pineda, pero todo el mundo me llama o por lo menos, me llamaba ,Monti. Bueno solo mi padre y Frantzesco, aunque este último no habla mucho porque es un peluche... A mi madre le encantaba el nombre de Montidia, ya que mi bisabuela, que fue alcaldesa del pueblo tenía ese nombre. La verdad, es que no tengo muchos amigos, porque no voy al colegio, estudio en casa. Mi único amigo, desde los cinco años, ha sido Frantzesco, o el Sr. Romebbue, le llamo de las dos formas. Bueno, la verdad es que siempre me ha dado igual. Sinceramente, no soy la persona más bella del pueblo, pero tampoco soy muy fea, me gusta como soy. Por eso mi padre siempre me decía que era una chica cero complejos. En resumen, soy una persona como otra cualquiera, no tengo nada fuera de lo normal. Y querido diario, si quieres saber como soy realmente, mira al pie de página y verás mi foto con Frantzesco.
Miré al oscuro bosque que se alzaba frente a mi. Era terrorífico. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Me adelanté un paso, y sin más miramientos me adentré en la más inmensa oscuridad. Era la primera vez que estaba allí en una noche como esta. Ya había estado allí anteriormente junto con papá, para observar las bellas estrellas que flotaban en el inmenso cielo. Continué caminando sin rumbo fijo, sin un destino al que llegar. Como el espíritu que vaga sin saber que va a encontrar trás el túnel de luz que le espera al final del camino.
El tacto del suelo cambió. Allí donde habían estado pierdras y tierra, ahora era liso, no rugoso. No podías tropezar con algo inesperado. Que extraño, pensé. Noté mi mano vacía, como si faltase algo. Y en ese momento escuché un ruido que me era extrañamente familiar. Un pensamiento disparatado pero lógico comenzó a formarse en mi mente.
-¡Frantzesco! - grité de pronto. Una figura animal comenzó a acercarse al lugar en el que me hallaba. Un lobo. ¡Y tenía al señor Romebbue! Me acerqué sin temor a ser mordida y con un exceso de adrenalina al peludo animal.
-Dame a mi amigo o te tiro de la cola, lobo – le amenacé. Creyendo que podría comprenderme. Cogí el brazo de Frantzesco y tiré de él. El lobo gruñó y se abalanzó sobre mí.
-¡Ahh! - grité, tapandome la cara con las manos. Pero ya no daba tiempo a escapar. Sentía como la sangre fluía lentamente por mi mejilla allá donde las garras del lobo habían perforado mi piel. En ese momento miré al señor Romebbue, el lobo le había arrancado la pata derecha. Aunque no tenía fuerzas grité, pero unicamente de mi boca salió un grito ahogado, casi inaudible. Aún así, el lobo salió despavorido, no lo comprendí, pero lo hice unos instantes más tarde. Miré hacia atrás. Una luz cegadora se acercaba, cada vez más hacia mí. Cada vez se hacía más y más grnade. Pensé que era mi ángel que había venido a salvarme, pero pronto comprendí que era un coche que venía disparado hacia mí. Y unos instantes después, perdí el conocimiento...

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