Aquel sueño. Aquella esperanza. Aquel sentimiento. Aquella meta. Todos perfectos, todos inalcanzables.

sábado, 27 de marzo de 2010

Una transformación diferente de Lucy (1º)

Según las fuentes de la muchacha, aquel era el lugar acordado. Un gran edificio rodeado por grandes arbustos. El problema era, que él no estaba por ninguna parte.
Consultó su reloj para comprobar que la hora era la acordada, las 12:48 de la tarde, se retrasaba tres minutos. La mujer alzó la vista y contempló el radiante Sol de esa mañana. Sintió como sus rayos atravesaban las múltiples capas de su vestido y le quemaban la piel. ¿Cómo ese redondel tan pequeño podía emitir un brillo que hiciese que tuvieras que apartar la vista cuando lo mirabas fijamente?, como si eso le intimidara.
¿Pero qué digo?, pensó la menuda muchacha. Parezco una completa imbécil hablando como si el Sol tuviera vida. Rió. Algunas personas se quedaron observándola, como quien mira a una loca a la que acaban de encerrar en un psiquiátrico. Al darse cuenta de eso, la chica paró.
Se arregló el vestido con una mano y abrió su sombrilla para esconderse del Sol. No quería que por un tonto descuido, el cuerpo se le llenase de puntos marrones a los que ahora llamaban pecas.

Anduvo de forma elegante por el amplio sendero que se extendía ante ella cuando notó que una mano se posaba en su hombro. Ya preparada para amonestar al sinvergüenza que había cometido semejante atrevimiento, se giró cuidadosamente.
-Buenos días, señorita Westenra - dijo un alto muchacho, retirándose el sombrero a modo de saludo. La mujer frunció el ceño ligeramente, como si la presencia de aquel hombre le fuera desagradable.
-Buenos días, señor Holmwood - respondió ella educadamente, como toda señorita de esos tiempos debía hacer cuando un hombre joven y apuesto las saludaba. El cortés caballero, al no darse cuenta de que su presencia molestaba a la joven, continuó hablando.
-Mi querida Lucy... -comenzó él.
-Señorita Westenra, sino le importa - le corrigió ella. Dejando muy claro que no tenía, ni quería llegar a tener, el grado de confianza con el señor Holmwood para que este utilizara su nombre de pila.
-Sí, eso, señorita Westenra... - comenzó él de nuevo. Por su frente discurrió una pequeña gota de sudor. Lucy hizo un gesto de desprecio hacia aquel hombre, antes incluso de que hubiera comenzado. Pero el muy estúpido, sin darse cuenta del desprecio que ella sentía hacia él, continuó.
-¿Sería tan amable de acompañarme con su grata presencia en la cena de hoy? - le preguntó el muy masoquista. Lucy tuvo que contener la risa para que ésta no saliese al exterior. Estaba a punto de cometarle que ya había hecho planes cuando una idea paseó por su mente. Pensó en el bebé que esperaba de Jonathan, el prometido de su amiga Mina. En aquella pequeña criatura que albergaba en su interior de su vientre hacía ya medio mes.
Sería la excusa perfecta. Todo comenzó a formarse en aquella perversa mente suya: se casaría con el señor Holmwood y diría que el bebé que esperaba era suyo. Entonces, cuando de alguna manera hubiese obtenido todo el dinero posible, se escaparía con Jonathan. Y vivirían los tres juntos: Jonathan, ella, y el bebé que ésta esperaba.
Intuitivamente se llevó una mano a su vientre aún plano.
-Señorita Westenra, ¿me ha escuchado? - le preguntó de pronto el señor Holmwood, devolviendo a la joven a la realidad. Pero antes de que ella pudiese responder, él prosiguió cada vez más preocupado. -¿Se encuentra usted bien?
-Perfectamente, Arthur - respondió Lucy, utilizando el nombre de pila de su acompañante. -Es más, no sabe usted lo feliz que me hace al hacerme tal petición, es usted un santo. - dijo juntando las manos, como si estuviese dando las gracias al cielo de manera teatral.
-¿Eso quiere decir que acepta?
-Por supuesto.
-Está bien, mandaré un carruaje a recogerla a las ocho - dijo sin siquiera preguntarle si esa hora le venía bien a ella.

A las siete y media, Lucy ya estaba lista y enfundada en su mejor -uno negro con elegantes dobladillos blancos - y con un carísimo camafeo cuidadosamente colocado alrededor de su cuello. Se dispuso a salir al jardín a esperar pacientemente a que el carruaje enviado por Arthur llegase. Éste siempre le había parecido un ser un ser aborreciblemente monótono, no sabía muy bien lo que le depararía aquella noche.
No fue mucha la sorpresa que embargó a la joven cuando al ver el carruaje negro y gris esperando junto a la verja de la morada. Arthur siempre actuaba de aquel modo.

Cuando llegó al lugar, todo estaba decorado como un cuento de hadas. Todo era simplemente perfecto, a excepción de que en vez de un príncipe, le esperaba un rana. Cada recobeco de la habitación en la que se encontraba estaba profusamente decorado. La muchacha notó su presencia incluso antes de que él hablara.
-¿Le gusta el sitio Lucy? - le preguntó Arthur, utilizando sin temor su nombre de pila.
-Es precioso... - fue lo único que ella dijo.

La noche transcurrió de manera sorprendentemente entretenida para Lucy. Y a ésta le siguieron otras muchas. Lucy se fue olvidando de su rebelde aventura con Jonathan, y lo dejó como eso, una rebelde aventura, y se fue centrando más y más en Arthur. A por quien estaba comenzando a sentirse atraída tanto física como psicológicamente.
Así pues, de un manera u otra, al medio mes de aquella primera cita que Lucy le concedió al señor Holmwood, estaban en el altar jurándose amor eterno el uno al otro para el resto de sus días. Y a los ocho meses, tres días y siete horas, nació un precioso bebé al que llamaron Joseph. Lucy había decidido no contar nada sobre su aventura con Jonathan, y dijo que el bebé era de Arthur, ya que como Jonathan no tenía conocimiento alguno de que hubiese podido dejar embarazada a la mejor amiga de su prometida, no podría desmentir nada de lo que Lucy dijese respecto a aquel tema.

Al cabo de cinco meses, llegó a la ciudad un tipo muy extraño. Blanco como la nieve, delgado y estirado cual ramita de un árbol. Nunca salía a la luz del Sol. Según él por que no quería que su piel fuese oscura, ya que sino daría la impresión de estar todo el día trabajando en el campo, en lugar de la de rico estirado. Y parecía estar bastante interesado en Lucy. Pero misteriosamente, desapareció al cabo de tres meses de estancia en Londres sin dejar rastro alguno...

Continuará...

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